Información de la revista
Vol. 21. Núm. 2.Abril 2001
Páginas 0-222
Compartir
Compartir
Más opciones de artículo
Vol. 21. Núm. 2.Abril 2001
Páginas 0-222
Acceso a texto completo
Enfermedades cardiovasculares en el trasplante renal
Visitas
6343
J. PASCUAL , R. MARCÉN
Este artículo ha recibido
Información del artículo
Texto completo
Estadísticas
Texto completo
NEFROLOGÍA. Vol. XXI. Número 2. 2001 Enfermedad cardiovascular en trasplante renal R. Marcén y J. Pascual Servicio de Nefrologia. Hospital Ramón y Cajal. Facultad de Medicina. Universidad de Alcalá de Henares. Madrid. INTRODUCCION Las enfermedades cardiovasculares son extraordinariamente frecuentes en la población general, sobre todo por encima de los 60 años de edad 1. En estas se incluyen la enfermedad coronaria, la enfermedad cerebrovascular y la enfermedad vascular periférica que se manifiesta por claudicación intermitente. Además son la principal causa de muerte en los países occidentales en los que ocasionan el 40-50% de los fallecimientos que se producen anualmente 1, 2. En España en el año 1992, las enfermedades cardiovasculares ocasionaron el 40% de los fallecimientos, es decir, 340 por 100.000 habitantes. La enfermedad cerebro-vascular fue la causa del 31,7% del total y la enfermedad isquémica del corazón del 26,6% 3. Es un hecho cierto que al igual que en otros países 4-6 la mortalidad cardiovascular va descendiendo desde mediados de los 70, aunque no de forma homogénea en todas las comunidades autónomas 3. En los enfermos con insuficiencia renal crónica, en aquellos en tratamiento con diálisis en cualquiera de sus formas y en los enfermos trasplantados las enfermedades cardiovasculares son mucho más frecuentes que en la población general 7-11. Lo que probablemente es el factor determinante del aumento de la tasa de fallecimiento por dichas causas 10, 12, 13. La presentación secuencial del síndrome urémico y de sus formas de tratamiento hacen que la prevalencia y los factores de riesgo implicados en la patogenia de las complicaciones cardiovasculares estén influidas por el estado urémico en primer lugar sobre el que actuarían la diálisis y el trasplante. No obstante como veremos más adelante la consideración del estado urémico como factor aterogénico es objeto de debate. PREVALENCIA Y MORTALIDAD La prevalencia de las enfermedades cardiovasculares en la uremia es diferente según el momento en que se analice. Culleton y cols. 14 encuentran que el 19% de los individuos con insuficiencia renal leve, creatinina sérica inferior a 265 µmoles/litro, y con un período de seguimiento de 15 años tenían enfermedad cardiovascular. En un estudio realizado en Francia, la prevalencia de infarto agudo de miocardio fue del 27,2% y de infarto cerebral isquémico del 6,8% en enfermos con un aclaramiento de creatinina entre 20-50 ml/min/1,72 m2, una incidencia tres veces la de la población general 15. Según el Registro Americano del año 1997, la prevalencia de enfermedad coronaria en enfermos con insuficiencia renal crónica terminal en el momento en que comenzaron tratamiento sustitutivo fue del 25,1%, y 9,4% habían tenido un infarto agudo de miocardio previo, la de enfermedad cerebro-vascular fue del 9,7 % y la de la enfermedad vascular periférica del 15,6%16, pero estos datos parece que infraestiman la prevalencia real de estas enfermedades 17. Los datos que disponemos no nos permiten afirmar con seguridad si la prevalencia de enfermedades cardiovasculares aumenta a medida que progresa la insuficiencia renal hecha la excepción de la hipertrofia ventricular izquierda 10, 11. En diálisis, la prevalencia de enfermedad coronaria clínica en USA es del 40% con independencia de que se trate de hemodiálisis o de diálisis peritoneal, y el de la hipertrofia ventricular izquierda del 75% 10, 18. Jungers y cols. 19 en 748 enfermos admitidos para tratamiento con hemodiálisis encuentran una prevalencia de enfermedad coronaria idéntica antes que después del tratamiento dialítico, con un período de seguimiento similar, excepto en el grupo de edad inferior a 45 años en que era dos veces superior en hemodiális respecto de la situación de insuficiencia renal. En el enfermo trasplantado la prevalencia de las enfermedades vasculares está expresada en la tabla I 20-26. Las diferencias entre las series pueden venir determinadas por el porcentaje de diabéticos incluidos Correspondencia: Dr. Roberto Marcén Letosa Servicio de Nefrología Hospital Ramón y Cajal Ctra. Colmenar Viejo, km 9,1 28034 Madrid 104 ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR EN TRASPLANTADOS Tabla I. Prevalencia (%) de las enfermedades cardiovasculares en trasplante renal Autor Kasiske 1988 Kasiske y cols. 1966 Kasiske y cols. 2000 Surdacki y cols. 1995 Aker y cols. 1998 Aakhus y cols. 1999 Ducloux y cols. 2000 Hospital Ramón y Cajal Enfermos 464 675 1.500 76 427 406 207 501 EC 15,1 12,6 12,6 6,0 9,8 14,2 6,8 6,6 ECV 7,3 8,0 1,6 2,7 1,4 2,6 EVP 3,0 10,5 2,7 4,4 6,3 3,7 Total CV 21,3 11,7 21,4 14,5 12,9 EC = Enfermedad coronaria. ECV = Enfermedad cerebrovascular. EVP = Enfermedad vascular periférica. CV = Enfermedades cardiovasculares. en cada una, por el tiempo de seguimiento y por otras características de las poblaciones estudiadas. En los enfermos con 15 años de injerto funcionante el 23% padecían una cardiopatía isquémica y la enfermedad cerebrovascular y la enfermedad vascular periférica afectaban cada una al 15% 21. En España no tenemos datos apenas sobre la prevalencia de las enfermedades cardiovasculares en trasplante renal. Según el Registro Catalán la prevalencia de enfermedades cardiovasculares en enfermos trasplantados de edad avanzada fueron del 12% para la cardiopatía isquémica, del 4% para la enfermedad cerebrovascular y del 9% para la cardiomiopatía. Un hecho a resaltar es el aumento de la prevalencia respecto de la inicial al comienzo del tratamiento sustitutivo, pero ese aumento fue inferior que el de los enfermos que permanecieron en diálisis 27. Los datos sobre la mortalidad cardiovascular en el enfermo en insuficiencia renal son escasos. Pero en 81 enfermos con HTA y fallo renal, en 36 meses de seguimiento, el riesgo de progresión de la insuficiencia renal era comparable con el de fallecimiento por muerte cardíaca antes de alcanzar la situación de insuficiencia renal crónica terminal 28. En el enfermo en diálisis las enfermedades cardiovasculares son la causa de casi el 50% de las muertes, y de ellas la más frecuente es la parada cardíaca de etiología desconocida seguidas del infarto agudo de miocardio, las arritmias y el accidente cerebrovascular 29. Incluso después de estratificación por edad, raza, sexo y prevalencia de diabetes, la mortalidad cardiovascular es 10-20 veces la de la población general 30. En el trasplante renal las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de fallecimiento desde los años 80 en que sobrepasaron a la infección 31-34. Estas ocasionan el 40-60% de todos los fallecimientos 35-37 y en Escandinavia el fallecimiento del enfermo por cardiopatía isquémica fue la principal causa de pérdida del injerto 35. No obstante, la contribución de las enfermedades cardiovasculares a la mortalidad del enfer- mo trasplantado es diferente entre los países y es más elevada en los países del norte que del sur de Europa 12. También en la población española con trasplante funcionante las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de fallecimiento 13. Cuando se comparan enfermos de similar edad, la mortalidad del enfermo trasplantado es un cuarto o un sexto de la que se produce en diálisis y aproximadamente dos veces la de la población general 30. En la experiencia del Hospital Ramón y Cajal, las enfermedades cardiovasculares fueron la primera causa de muerte como puede verse en la figura 1. No se conoce si el trasplante ejerce un efecto beneficioso sobre la prevalencia y la mortalidad por enfermedades cardiovasculares, lógicamente al restaurarse la función renal deberían mejorar aquellas complicaciones debidas a la uremia. En relación con la miocardiopatía urémica, un estudio prospectivo de Teruel y cols. 38 muestra como en enfermos en tratamiento con azatioprina y prednisona, la masa ventricular izquierda disminuyó con un injerto funcionante. Más recientemente Parfrey y cols. 39 observan una normalización de la contractilidad del Otras Infección Hepática Cáncer Incierta ACVA Otras vasculares Otras cardíacas IAM 0 5 10 % 15 20 25 Fig. 1.--Causas de fallecimiento de 61 enfermos con trasplante renal funcionante en tratamiento con ciclosporina A. 105 R. MARCÉN y J. PASCUAL ventrículo izquierdo, un regreso de la hipertrofia ventricular izquierda y una mejoría de la cavidad en el caso de dilatación del ventrículo izquierdo. En la enfermedad coronaria, la prevalencia es menor en el enfermo trasplantado 10 y la mortalidad tras infarto agudo de miocardio más baja respecto de aquellos en diálisis 40, 41. Por otra parte, la mortalidad tambien es inferior en el enfermo trasplantado que en el enfermo en lista de espera 42, 43. Estos resultados se han atribuido a la selección de los receptores entre los enfermos con menor morbilidad en diálisis, pero puede deberse en parte, como se ha dicho a la mejoría del fallo renal. FACTORES DE RIESGO La alta prevalencia de enfermedades cardiovasculares en el enfermo con insuficiencia renal puede estar determinada por la enorme frecuencia con que aquellas condiciones que se reconocen como factores de riesgo cardiovascular en la población general como edad avanzada, hipertensión arterial, hiperlipidemia, diabetes, inactividad física y tabaco 2, 44, 45 están presentes en esta situación 9, 10, 46-49, tabla II. Por la presencia de otros factores relacionados con el estado urémico como son: dislipoproteinemia, hiperfibrinogenemia, hiperhomocisteinemia, proteinuria, aumento del volumen extracelular, alteraciones hidroelectrolíticas etc. 7, 49 y finalmente por el tratamiento con diálisis 50, 51. La consideración de la diálisis como una situación que favorecía o aceleraba la ateroesclerosis fue propuesta hace ya más de 25 años por Lindner 9. Su validez en la actualidad está apoyada por algunos estudios, pero todavía no está de forma fehacientemente demostrada 50, 52. Muchos enfermos al tiempo de comenzar el tratamiento dialítico presentan complicaciones vasculares importantes 16 y se considera a la insuficiencia renal como la causante de una ateroesclerosis acelerada. Esta afirmación se apoya en un aumento de la incidencia de infarto agudo de miocardio de 2-3 veces la de la población general en el enfermo en fallo renal que no aumenta con el tratamiento con hemodiálisis 19. Otros autores cuestionan que la uremia sea un estado aterogénico 53, basándose fundamentalmente en el estudio Framingham 15 en el que la insuficiencia renal fue un factor de riesgo de mortalidad, pero no se asoció con una mayor prevalencia de enfermedades cardiovasculares y en similares resultados de otros estudios 54. Además, el mal pronóstico de los enfermos en insuficiencia renal o en diálisis con arterias coronarias normales sugiere que la enfermedad coronaria no es el mecanismo por el que la insuficiencia renal crónica ejerce su influencia negativa sobre la supervivencia 55. El trasplante renal funcionante mejora la insuficiencia renal, aunque persiste ésta en mayor o menor grado, también continúa o incluso aumenta la prevalencia de algunos factores de riesgo de la población general y además el tratamiento inmunosupresor puede constituir un riesgo añadido. Por todo esto, el enfermo trasplantado se considera de alto riesgo cardiovascular 10. Hipertensión arterial La hipertensión arterial es muy frecuente en el enfermo trasplantado, con una prevalencia entre 60% y el 85% 56-61, un 10-12% mayor que en el enfermo en diálisis 58,60. Tiene muchas causas que incluyen: función renal deteriorada por nefropatía crónica del injerto, enfermedades recurrentes o de novo, estenosis de la arteria renal, la presencia de los riñones propios y la medicación inmunosupresora 36, 62, 63. A menudo un mismo enfermo presenta una o más causas o mecanismos y algunos todas ellas. La heterogeneidad de estas causas hacen que no haya un medicamento o un régimen de tratamiento idóneo 62, 64. La hipertensión arterial es un factor de riesgo cardiovascular bien conocido en la población general y se ha descrito una asociación con la enfermedad Tabla II. Prevalencia (%) de los factores de riesgo cardiovascular en USA (Levey y cols. 1998) PG HTA Tabaco Colesterol total > 240 mg/dl LDL-Colesterol > 130 mg/dl HDL-Colesterol < 35 mg/dl Triglicéridos > 200 mg/dl Lp(a) > 30 mg/dl 20* 25,5+ 20 40 15 15 15 IRC 80 30 10 35 40 45 DPCA 50 25 45 20 50 50 HD 80 24,7+ 20 30 50 45 30 TR 70-85 60 60 15 35 25 PG = Población general. IRC = Insuficiencia renal crónica. DPCA = Diálisis peritoneal continua ambulatoria. HD = Hemodiálisis. TR = Trasplante. *Arch Intern Med 157:2413 (1997). + J Am Soc Nephrol 11:753 (2000). 106 ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR EN TRASPLANTADOS coronaria en el enfermo trasplantado en algún estudio observacional 61. Sin embargo en las series en que se han estudiado mediante análisis multivariantes los factores de riesgo cardiovascular, en ninguna de ellas pudo identificarse la hipertensión arterial como tal 21, 24, 25. El control de la hipertensión arterial tendría el objetivo de disminuir este riesgo así como proteger la función renal al igual que se ha demostrado en la población general 65. A pesar de la aceptación general de que la presión arterial debe ser controlada, hasta un 30-40% de los enfermos trasplantados tienen presión arterial sistólica o diastólica por encima de los valores recomendados aunque reciban antihipertensivos 36. En el tratamiento de la hipertensión arterial postrasplante se han utilizado prácticamente todos los antihipertensivos disponibles: diuréticos, betabloqueantes, alfabloqueantes, vasodilatadores, antagonistas del calcio, inhibidores del enzima de conversión etc. Su objetivo es mantener una tensión arterial inferior a 140/90 mm de Hg o incluso de 125/75 mm de Hg en enfermos con fallo renal 66. Los antagonistas del calcio actúan preferentemente sobre la arteria aferente que es la misma localización donde se produce el efecto vasoconstrictor de la CsA y en estos enfermos serían en teoría el tratamiento de elección 67. Los problemas que producen son la elevación de los niveles sanguíneos de CsA, la retención de sodio y consiguiente producción de edema en los miembros inferiores y la hipertrofia gingival. En la población general hay datos de que tales agentes pueden asociarse a un aumento de mortalidad en enfermos con cardiopatía severa 64. Los inhibidores del enzima de conversión tienen un efecto mayor sobre la arteria eferente por lo que pueden reducir la filtración glomerular cuando coexiste constricción de la arteria aferente. Su utilización se asocia con la producción de tos, hiperpotasemia y fallo renal agudo en caso de estenosis de la arteria renal del injerto 68. Además del control de la hipertensión arterial pueden producir una disminución de la proteinuria, contribuir al enlentecimiento de la progresión de la insuficiencia renal y se han mostrado eficaces en el tratamiento de la eritrocitosis 69. El grado de control de la hipertensión arterial que se produce con los antagonistas del calcio y con los inhibidores del enzima de conversión son equivalentes y no se ha demostrado superioridad de uno sobre el otro 68-71. Se ha preconizado el uso de la doxazosina que tiene un efecto antihipertensivo no muy importante pero pocos efectos secundarios y se puede utilizar asociada a antagonistas del calcio e inhibidores del enzima de conversión 68. No existe en la actualidad evidencia de que el control de la hipertensión arterial disminuya los riesgos cardiovasculares en el enfermo trasplantado. Hiperlipidemia Las alteraciones de los lípidos más frecuentes son las elevaciones de los niveles sanguíneos del colesterol total, del LDL-colesterol y de los triglicéridos y el descenso del HDL-colesterol 10. Según los resultados de cinco estudios recogidos por Kasiske y cols. 72, el 63% de los enfermos tenían los niveles de colesterol total > 240 mg/dl, el 60% los de LDL-colesterol > 130 mg/dl y solamente un 12% tenía el HDL-colesterol < 35 mg/dl. Los triglicéridos eran > 200 mg/dl en el 36% de los casos. Estas alteraciones son persistentes a lo largo del período postrasplante. Su patogénesis no se conoce bien, las posibles causas son: inmunosupresión, edad, sexo, ganancia de peso, proteinuria, diabetes y medicación antihipertensiva 73-74. Hay evidencia de que las anormalidades en las lipoproteínas puede contribuir al desarrollo de la enfermedad cardiovascular según estudios observacionales 20, 21, 23, 24, 75, también se han descrito correlaciones entre la hiperlipidemia y la disfunción crónica del injerto. Por estos motivos la terapia hipolipemiante parece una opción razonable en los enfermos trasplantados con múltiples factores de riesgo y fundamentalmente en aquellos con enfermedad cardiovascular preexistente, en la asunción que tendrá los mismos efectos de prevención que en la población general 76. Entre las medidas a tomar están la dieta, el ejercicio físico, evitar el sobrepeso, el descenso de las dosis de esteroides y ciclosporina o incluso el cambio del tratamiento inmunosupresor. La dieta aisladamente es incapaz de reducir los niveles de LDL 77, 78, su asociación con inhibidores de la CoA-HMG reductasa (estatinas) a dosis bajas parece la mejor opción 78. Se recomienda mantener el LDL colesterol < 130 mg/dl para prevención primaria y < 100 mg/dl para prevención secundaria 79. La utilización de estatinas ha sido eficaz en la reducción de los niveles de colesterol 80-85. El principal efecto secundario de las estatinas, simvastatina, lovastatina y atorvastatina es la miopatía, que parece ser menos frecuente con la fluvastatina 74. En los enfermos con hipertrigliceridemia, > 200 mg/dl, una dieta baja en calorías y grasas puede reducir los niveles de triglicéridos. La utilización de fibratos como el gemfibrozil es más eficaz que la dieta aislada pero hay que ajustar las dosis a la función renal 78. La combinación de fibratos con estatinas es útil en enfermos que no responden a mon o t e r a p i a 84. La lipoproteína (a) es similar a LDL, a la que se ha añadido una glicoproteína, apoproteína (a). Se ha encontrado en las placas de ateroma y puede tener propiedades trombogénicas por la semejanza estructural del plasminógeno con la apoproteína (a). 107 R. MARCÉN y J. PASCUAL En la población general es un factor de riesgo independiente de cardiopatía isquémica 86. Los niveles de lp(a) aumentan en el fallo renal, y un 30-45% de los enfermos en diálisis tienen niveles por encima de 30 mg/dl 87-89. Un injerto funcionante produce un descenso rápido de los niveles de lp(a), pero continúan elevados respecto de la población general y en un 10-25% enfermos están por encima de los niveles de riesgo 89,90. Algunos inmunosupresores como la ciclosporina pueden elevar los niveles de lp(a) 91. No se ha observado correlación entre la lp(a) y colesterol total, LDL colesterol, HDL colesterol y niveles de ciclosporina 88, 92, 93. Tabaco La prevalencia del consumo de tabaco entre los enfermos trasplantados es alrededor del 25 % en USA 22, similar a la de la población en diálisis y a la población general 94. En Europa es del 35% en la serie de Lorenzetti y cols. 95 y del 40% en la de Aker y cols. 24. El tabaco es un factor de riesgo de cáncer y de enfermedades cardiovasculares en la población general 96, 97 y también puede tener efectos adversos en la función renal 98. Sin embargo pocos trabajos han estudiado el efecto del tabaco en la población trasplantada. En algunas series, se asoció con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares 20, 24 y con una mayor mortalidad 99, 100. En un estudio retrospectivo, la retirada del tabaco más de 5 años antes del trasplante no redujo el riesgo cardiovascular 101. No hay datos sobre la acción del tabaco en la función del injerto. El efecto del trasplante sobre el hábito de fumar es controvertido. Algunos autores han observado que solamente un 15% de los enfermos dejan de fumar después del trasplante renal 102. En otros estudios, la mitad de los fumadores abandonaron el hábito en el momento del trasplante 24. Por el contrario un 20% de trasplantados de corazón volvieron posteriormente a fumar 98. La dificultad de dejar de fumar se debe fundamentalmente a la adicción de la nicotina, pero el abandono del tabaco se asocia a un riesgo aumentado de sobrepeso lo que puede también contribuir al fracaso en el intento de dejar de fumar 103. Diabetes La diabetes es la principal causa de insuficiencia renal entre los enfermos que requieren terapia sustitutiva en USA. En las series de trasplante renal en que se ha estudiado la prevalencia de enfermedades cardiovasculares, el porcentaje de diabéticos osciló 108 entre el 7% y el 28% 20-25. La diabetes fue un factor de riesgo independiente de enfermedad cardiovascular en todas ellas excepto en la de Aakhus y cols. 25. Recientemente Kassiske y cols. 22 han analizado la influencia de la diabetes en el desarrollo de cardiopatía isquémica en un estudio retrospectivo. En su serie, el riesgo de enfermedad coronaria debido a la diabetes es significativamente más alto para los enfermos trasplantados que para la población incluida en el estudio Framingham. Quizá debido a que la duración de la diabetes, el grado de control de la glicemia o los factores genéticos son mucho más prevalentes en los enfermos trasplantados que en la población general. El riesgo de enfermedad coronaria es similar para diabetes tipo I que para diabetes tipo II y mucho más alto en mujeres que en hombres. La diabetes que no causa insuficiencia renal se asocia a un riesgo discretamente superior en la población trasplantada que en la del estudio Framingham. Después del trasplante renal, la incidencia de diabetes varía según la forma de definición y la inmunosupresión utilizada. La prevalencia es variable y oscila entre el 3,6% y el 18% 72. Algunos han encontrado que es más alta en los enfermos en ciclosporina que en aquellos en azatioprina 104. En nuestra experiencia, el 6,2% de los enfermos tratados con ciclosporina y del 13% de los tratados con azatioprina habían desarrollado diabetes a los 10 años de seguimiento 105. Así como la diabetes pretrasplante se asocia con una mayor morbilidad y mortalidad, no hay razón para pensar que no pueda ocurrir lo mismo con la diabetes postrasplante, por dicho motivo se recomienda un control estricto de dicha complicación. Hiperhomocisteinemia La hiperhomocisteinemia, definida por una concentracion > 11 µmol/l 106, está presente en los enfermos con diversos grados de insuficiencia renal 107 así como en los enfermos en hemodiálisis y en diálisis peritoneal 107-112. En los enfermos trasplantados los niveles de homocisteína se reducen respecto a aquellos en diálisis en un 14% y este descenso es inferior al esperado con relación a la función renal alcanzada lo que se ha atribuido al tratamiento con ciclosporina 113. Para otros autores, los niveles de homocisteína dependen de la función renal y de la concentración de folato 114, 115. En estudios retrospectivos se ha observado una asociación entre niveles elevados de homocisteína y enfermedad cardiovascular 114, los mismos autores han confirmado estos hallazgos tras un período de seguimiento de ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR EN TRASPLANTADOS 21 meses 26. Pero la asociación entre eventos arterioescleróticos y los niveles de homocisteína no ha sido demostrada de manera definitiva 111. El tratamiento de la hiperhomocisteinemia consiste en la administración de suplementos de vitamina B y ácido fólico. En un estudio controlado y randomizado en enfermos en hemodiálisis, dosis suprafisiológicas de ácido fólico y vitaminas B6 y B12 (15 mg de ácido fólico, 100 mg de vitamina B6 y 1 mg de vitamina B12) redujeron la homocisteinemia en un 30% en el grupo tratado respecto al placebo 111. En enfermos en ciclosporina, dosis altas de ácido fólico descendieron los niveles de homocisteína hasta valores normales 115. Sin embargo en la actualidad no está recomendada de forma sistemática esta terapia. Inmunosupresión La pauta de inmunosupresión influye de forma significativa en la prevalencia de algunos factores de riesgo como hipertensión arterial, hiperlipidemia, diabetes e hiperhomocisteinemia. Cuando se comparan los enfermos en terapia convencional con aquellos en ciclosporina-prednisona o en triple terapia, la hipertensión arterial fue menos frecuente en los primeros y los valores más bajos 57, 105, 116. En los enfermos en ciclosporina, la retirada de los esteroides se acompaña de un descenso en la presión arterial y en las necesidades de terapia antihipertensiva 117, 118. Así como de un descenso de la intolerancia a la glucosa 118, 119. La conversión de una pauta de ciclosporina-prednisona a azatioprina-prednisona también se acompaña de descenso de la hipertensión 56, 120. Un número de estudios ha demostrado que los esteroides aumentan los niveles de lipoproteínas en los enfermos con trasplante renal. La ciclosporina al disminuir los episodios de rechazo, permite reducir la dosis de esteroides y por tanto debía disminuir las alteraciones de los lípidos. Pero la utilización de pautas de inmunosupresión basadas en ciclosporina se asocian con un aumento del colesterol total, LDLcolesterol, triglicéridos y lp(a) 92, 121-123. La retirada de los esteroides se sigue de un descenso del colesterol y de una reducción del peso 121, 123. Estudios recientes muestran que la utilización del tacrolimus resulta en unos perfiles lipídicos más favorables que con ciclosporina 124, 125, y se ha preconizado su utilización en la hiperlipidemia originada por esta droga 125-128. La rapamicina aumenta los niveles de triglicéridos y el colesterol más que la ciclosporina y el tacrolimus en los primeros meses después del trasplante 129, 130. EVALUACIÓN CARDIOVASCULAR PRETRASPLANTE La evaluación cardiovascular antes del trasplante tiene por objeto el tratamiento de los enfermos sintomáticos y la detección de los enfermos asintomáticos para prevenir la morbilidad y el fallecimiento por causa cardiovascular. Esta debe comenzar por la historia clínica detallada y la exploración física. La ecocardiografía nos sirve para detectar anomalías tales como la enfermedad valvular, enfermedades pericárdicas, cardiomiopatías y las alteraciones en la movilidad de las paredes del corazón 131, 132. Para la enfermedad coronaria la estrategia a seguir debe ser semejante a la de los enfermos que van a ser sometidos a otro tipo de cirugía mayor. A este respecto el American College of Physicians ha desarrollado unas guías de actuación para la evaluación y el tratamiento del riesgo coronario perioperatorio 133, 134. La guía clasifica al enfermo en tres categorías atendiendo a los factores de riesgo que presentan: bajo riesgo, riesgo intermedio y alto riesgo. Estas guías pueden ser aplicables a los enfermos que se consideran candidatos al trasplante 72. Los enfermos de bajo riesgo pueden ser sometidos a cirugía sin ninguna prueba diagnóstica. Se incluyen en este grupo los enfermos asintomáticos con angiografía reciente. A los enfermos de riesgo intermedio se les debe realizar una prueba no invasiva: ECG de esfuerzo, gammagrafía con talio-dipiridamol o ecocardiografía con dobutamida. Los enfermos de alto riesgo deben ser considerados para revascularización y se debe realizar una angiografía coronaria. Los enfermos con angina inestable deben ser sometidos a un cateterismo y tratados según la sistemática habitual. Los enfermos que no son candidatos a revascularización no deben incluirse en lista de trasplante o la decisión debe postponerse. En los enfermos de riesgo intermedio la utilidad de las pruebas no invasivas no está establecida de forma definitiva, ni siquiera hay acuerdo acerca de cual es la más idónea. El ECG de esfuerzo no puede realizarse en muchas ocasiones, o bien por la dificultad en la interpretación por las alteraciones basales del ECG, o por la incapacidad del enfermo para alcanzar la frecuencia cardíaca necesaria durante el ejercicio que pueda darnos una predicción razonable 135, 136. La realización de una gammagrafía con talio-dipiridamol está en la actualidad debatida, mientras algunos sostienen su utilidad 137, 138, otros no encuentran relación entre los hallazgos de la prueba y la mortalidad cardíaca 139, 140. La ecografía durante la infusión con dobutamida ha sido preconizada como un procedimiento de screening superior a la gammagrafía con talio 141, pero aunque útil tampoco es la prueba definitiva 142. 109 R. MARCÉN y J. PASCUAL No hay estudios acerca de la conveniencia y utilidad de las pruebas de detección de la patología de las arterias carótidas. Una posible aproximación incluye la palpación y auscultación de las arterias carótidas y la realización de un examen con ultrasonografía doppler, principalmente en aquellos enfermos con factores de riesgo. Los que han presentado un episodio de isquemia cerebral transitorio o un accidente cerebrovascular en los últimos seis meses deben ser enviados al neurólogo para su evaluación y tratamiento. No hay apenas datos acerca de cómo debe realizarse la evaluación de la enfermedad vascular periférica en los enfermos asintomáticos. La utilización de la ultrasonografía doppler y de la angiografía estarían indicadas en los enfermos sintomáticos. En un estudio que analiza la sistemática de evaluación del enfermo candidato a trasplante en 182 centros en USA: el 89% realizaba una gammagrafía con talio a los enfermos sintomáticos con sospecha de enfermedad coronaria y se reservaba la angiografía para aquellos con prueba positiva. La evaluación de la enfermedad de la arteria carótida mediante estudios con doppler se hacía en el 85% de los centros en los enfermos sintomáticos y en aquellos asintomáticos con soplos si eran diabéticos o viejos. Mientras que se realizaban en el 78% estudios con doppler de las extremidades inferiores al enfermo sintomático y al enfermo asintomáticos con pulsos periféricos pobres o con soplo en el 57% y 32% respectivamente 143. CONCLUSIONES Las enfermedades cardiovasculares son más frecuentes entre los enfermos con insuficiencia renal crónica y los sometidos a tratamiento con diálisis y trasplante que en la población general. Esta alta prevalencia es la causa de la alta mortalidad cardiovascular de esta población. El aumento de la prevalencia parece deberse a la mayor frecuencia de los factores de riesgo cardiovascular tradicionales, a los que habría que sumarles aquellos propios del estado urémico y posiblemente los derivados del tratamiento dialítico. No hay estudios que demuestren de forma fehaciente que el trasplante renal mejora el riesgo cardiovascular puesto que en general las poblaciones de enfermos en diálisis y trasplantados no son comparables, aunque hay datos que apuntan a que el trasplante puede tener un efecto beneficioso sobre las enfermedades cardiovasculares por la corrección de la uremia. Los estudios sobre prevalencia y factores de riesgo cardiovascular en trasplante renal son poco numerosos y retrospectivos. Sería necesaria la realización de estudios controlados que nos permi110 tan conocer los factores de riesgo sobre los que hay que actuar así como la efectividad de las medidas utilizadas en su prevención y tratamiento. De todas formas parece razonable en la actualidad tratar y controlar aquellos factores de riesgo más comunes. BIBLIOGRAFÍA 1. Wilson PWF, Culleton BF: Epidemiology of cardiovascular disease in the United States. Am J Kidney Dis 32 (Supl. 3): S56S65, 1998. 2. Culleton BF, Wilson PWF: Cardiovascular disease: risk factors, secular trends, and therapeutic guidelines. J Am Soc Nephrol 9: S5-S15, 1998. 3. Villar F, Banegas JR, Rodríguez F, del Rey J: Mortalidad cardiovascular en España y sus comunidades autónomas (19751992). Med Clin 110: 321-327, 1998. 4. McGovern PG, Pankow JS, Shahar E, Doliszny KM, Folsom AR, Blackburn H, Luepker RV, for the Minnesota Heart Survey Investigators. Recent trends in acute coronary heart disease. Mortality, morbidity, medical care, and risk factors. N Eng J Med 334: 884-890, 1996. 5. Sytkowski PA, D'Agostino RB, Belanger A, Kannel WB: Sex and time trends in cardiovascular disease incidence and mortality: the Framingham heart study, 1950-1989. Am J Epidemiol 143: 338-350, 1996. 6. Tunstall-Pedoe H, Kuulasmaa K, Mähönen M, Tolonen H, Ruokokoski E, Amouyel P: For the MONICA Project: Contribution of trends in survival and coronary-event rates to changes in coronary heart disease mortality: 10-year results from 37 WHO MONICA project populations. Lancet 353: 1547-1557, 1999. 7. Levey AS, Eknoyan G: Cardiovascular disease in chronic renal disease. Nephrol Dial Transplant 14: 828-833, 1999. 8. Meyer KB, Levey AS: Controlling the epidemic of cardiovascular disease in chronic renal disease: report from the National Kidney Foundation Task Force on cardiovascular disease. J Am Soc Nephrol 9: S31-S42, 1998. 9. Rostand SG: Coronary heart disease in chronic renal insufficiency: some management considerations. J Am Soc Nephrol 11: 1948-1956, 2000. 10. Levey AS, Beto JA, Coronado BE, Eknoyan G, Foley RN, Kasiske BL y cols.: Controlling the epidemic of cardiovascular disease in chronic renal disease: what do we know? What do we need to learn? Where do we go from here? Am J Kidney Dis 32: 853-906, 1998. 11. Parfrey PS, Foley RN. The clinical epidemiology of cardiac disease in chronic renal failure. J Am Soc Nephrol 10: 16061615, 1999. 12. Raine AEG, Margreiter R, Brunner FP, Ehrich JHH, Geerlings W, Landais P, Loirat C, Mallick NP, Selwood NH, Tufveson G, Valderrábano F. Report on management of renal failure in Europe, XXII, 1991. Nephrol Dial Transplant 7 (Supl. 2): 7-35, 1992. 13. Amenábar JJ, García-López F, Robles NR, Saracho R. 1997 Spanish Nephrology Association (Sociedad Española de Nefrología) report on dialysis and transplantation. Nephrol Dial Transplant 14: 2841-2845, 1999. 14. Culleton BF, Larson MG, Wilson PWF, Evans JC, Parfrey PS, Levy D: Cardiovascular disease and mortality in a community-based cohort with mild renal insufficiency. Kidney Int 56: 2214-2219, 1999. 15. Jungers P, Massy ZA, Nguyen Khoa T, Fumeron C, Labrunie M, Lacour B y cols.: Incidence and risk factors of atherosclerotic cardiovascular accidents in predialysis chronic renal failure patients: a prospective study. Nephrol Dial Transpl 12: 2597-2602, 1997. ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR EN TRASPLANTADOS 16. Anonymous: IV Patients characteristics at the start of ESRD: data from the HCFA medical evidence form. Am J Kidney Disease 34 (Supl. 1): S63-S73, 1999. 17. Longenecker JC, Coresh J, Klag MJ, Levey AS, Martin AA, Fink NE, Powe NR. For the CHOICE study: Validation of comorbid conditions on the end-stage renal disease medical evidence report: the CHOICE study. J Am Soc Nephrol 11: 520529, 2000. 18. Foley RN, Parfrey PS, Harnett JD, Kent GM, Martin CJ, Murray DC y cols.: Clinical and echocardiographic disease in patients starting end-stage renal disease therapy. Kidney Int 47: 186-192, 1995. 19. Jungers P, Khoa TN, Massy ZA, Zingraff J, Labrunie M, Descamps-Latscha B y cols.: Incidence of atherosclerotic arterial occlusive accidents in predialysis and dialysis patients: a multicentric study in the Ile de France district. Nephrol Dial Transplant 14: 898-902, 1999. 20. Kassiske BL: Risk factors for accelerated atherosclerosis in renal transplant recipients. Am J Med 84:985-992, 1988. 21. Kasiske BL, Guijarro C, Massy ZA, Wiederkehr MR, Ma JZ: Cardiovascular disease after renal transplantation. J Am Soc Nephrol 7: 158-165, 1996. 22. Kasiske BL, Chakkera HA, Roel J: Explained and unexplained ischemic heart disease risk after renal transplantation. J Am Soc Nephrol 11: 1735-1743, 2000. 23. Surdacki A, Wieczorek-Surdacka E, Sulowicz W, Dubiel JS: Effect of having a functioning cadaveric renal transplant on cardiovascular mortality risk in patients on renal replacement therapy. Nephrol Dial Transplant 10: 1218-1223, 1995. 24. Aker S, Ivens K, Guo Z, Grabensee B, Heering P: Cardiovascular complications after renal transplantation. Transplant Proc 30: 2039-2042, 1998. 25. Aakhus S, Dahl K, Wideroe TE: Cardiovascular morbidity and risk factors in renal transplant patients. Nephrol Dial Transplant 14; 648-654, 1999. 26. Ducloux D, Motte G, Challier B, Gibey R, Chalopin JM: Serum total homocysteine and cardiovascular disease occurrence in chronic, stable renal transplant recipient: a prospective study. J Am Soc Nephrol 11: 134-137, 2000. 27. Bonal J, Cléries M, Vela E and the Renal Registry Committee: Transplantation versus haemodialysis in elderly patients. Nephrol Dial Transplant 12: 261-264, 1997. 28. Ritz E, Koch M: Morbidity and mortality due to hypertension in patients with renal failure. Am J Kidney Dis 21: 113-118, 1993. 29. Anonymous. VI. Causes of death. Am J Kidney Dis 34 (Supl. 1): S87-S94, 1999. 30. Foley RN, Parfrey PS, Sarnak MJ: Clinical epidemiology of cardiovascular disease in chronic renal disease. Am J Kidney Dis 32 (Supl. 3): S112-S119, 1998. 31. Brynger H, Brunner FP, Chantler C, Donckerwolcke RA, Jacobs C, Kramer P, Selwood NH, Wing AJ: Combined report on regular dialysis and transplantation in Europe,X, 1979. Proc Eur Dial Transplant Ass 17: 2-87, 1980. 32. Hill MH, Grossman RA, Feldman HI, Hurwitz S, Dafoe DC: Changes in causes of death after renal transplantation, 1966 to 1987. Am J Kidney Dis 17: 512-518, 1991. 33. Schweitzer EJ, Matas AJ, Gilligham KJ, Payne WD, Gores PF, Dunn DL y cols.: Causes of renal allograft loss. Progress in the 1980s, challenges for the 1990s. Ann Surg 214: 679-688, 1991. 34. Matas AJ, Gilligham KJ, Sutherland DER: Half-life and risk factors for kidney transplant outcome-importance of death with function. Transplantation 55: 757-761, 1993. 35. Lindholm A, Albrechtsen D, Frödin L, Tufveson G, Persson NH, Lundgren G: Ischemic heart disease-major cause of death and graft loss after renal transplantation in Scandinavia. Transplantation 60: 451-457, 1995. 36. Raine AEG: Hypertension and ischemic heart disease in renal transplant recipients. Nephrol Dial Transplant 10 (Supl. 1): 95-100, 1995. 37. West M, Sutherland DER, Matas AJ: Kidney transplant recipients who die with functioning grafts. Transplantation 15: 1029-1030, 1996. 38. Teruel JL, Rodríguez Padial L, Quereda C, Yuste P, Marcén R, Ortuño J: Regression of left ventricular hypertrophy after renal transplantation. Transplantation 43: 307-309, 1987. 39. Parfrey PS, Harnett JD, Foley RN, Kent GM, Murray DC, Barre PE, Guttman RD: Impact of renal transplantation on uremic cardiomyopathy. Transplantation 60: 908-914, 1996. 40. Herzog CA, Ma JZ, Collins AJ: Poor long-term survival after myocardial infarction among patients on long-term dialysis. N Engl J Med 339: 799-805, 1998. 41. Herzog CA, Ma JZ, Collins AJ: Long-term survival of renal transplant recipients in the United States after acute myocardial infarction. AmJ Kidney Dis 36: 145-152, 2000. 42. Wolfe RA, Ashby VA, Milford EL, Ojo AO, Ettenger RE, Agodoa LYC, Held PJ, Port FK: Comparison of mortality in all patients on dialysis, patients on dialysis awaiting transplantation, and recipients of a first cadaveric transplant. N Eng J Med 341: 1725-1730, 1999. 43. Rabbat CG, Thorpe KE, Russell JD, Churchill DN: Comparison of mortality risk for dialysis patients and cadaveric renal transplant recipients in Ontario. J Am Soc Nephrol 11: 917922, 2000. 44. Neaton JD, Wentworth D, for the Multiple Risk factor Intervention Trial Research Group: Serum cholesterol, blood pressure, cigarrette smoking, and death from coronary heart disease. Overall findings and differences by age for 316099 white men. Arch Intern Med 152: 56-64, 1992. 45. Wilson PWF, Dàgostino RB, Levy D, Belanger AM, Silbershatz H, Kannell WB: Prediction of coronary heart disease using risk factor categories. Circulation 97: 1837-1847, 1998. 46. Ma KW, Greene EL, Raij L: Cardiovascular risk factors in chronic renal failure and hemodialysis population. Am J Kidney Dis 19: 505-513, 1992. 47. Wheeler DC: Cardiovascular disease in patients with chronic renal failure. Lancet 348: 1673-1674, 1996. 48. London GM, Drüeke TB: Atherosclerosis and arteriosclerosis in chronic renal failure. Kidney Int 51: 1678-1695, 1997. 49. Coresh J, Longenecker JG, Miller ER, Young HJ, Klag MJ: Epidemiology of cardiovascular risk factors in chronic renal disease. J Am Soc Nephrol 9: S24-S30, 1998. 50. Ritz E, Deppish R, Stier E, Hänsch G: Atherogenesis and cardiac death: are they related to dialysis procedure and biocompatibility? Nephrol Dial Transplant 8 (Supl. 2): 165-172, 1994. 51. Locatelli F, Marcelli D, Conte F, D'Amico M, Del Vecchio L, Limido A, Malbeti F, Spotti D for the Registro Lombardo Dialisi e Trapianto: Cardiovascular disease in chronic renal failure: the challenge continues. Nephrol Dial Transplant 15 (Supl. 5): 69-80, 2000. 52. Avram MM, Goldwasser P, Burrell DE, Antignani A, Fein PA, Mittman N: The uremic dyslipemia: a cross-sectional and longitudinal study. Am J Kidney Dis 20: 324-335, 1992. 53. Parfrey PS: Is renal insufficiency an atherogenic state? Reflections on prevalence, incidence and risk. J Am Soc Nephrol 37: 154-156, 2001. 54. Fried LP, Kronmal RA, Newman AB, Bild DE, Mittelmark MB, Polak JF y cols.: Risk factors for 5-year mortality in older adults. The Cardiovascular Health Study. JAMA 279: 585-592, 1998. 55. Hemmergarn BR, Ghali WA, Quan H, Brant R, Norris CM, Taub KJ, Knudtson ML for the APROACH investigators: Poor long-term survival after coronary angiography in patients with renal insufficiency. Am J Kidney Dis 37: 64-72, 2001. 111 R. MARCÉN y J. PASCUAL 56. Chapman J, Marcén R, Arias M, Raine AEG, Dunnill MS, Morris PJ: Hypertension after renal transplantation. A comparison of cyclosporine and conventional immunosuppression. Transplantation 43: 860-864, 1987. 57. Marcén R, Gallego N, Orofino L, Gámez C, Estepa MR, Sabater J y cols.: Impairment of tubular secretion of urate in renal transplant patients. Nphron 70: 307-313, 1995. 58. Warholm C, Wilczek H, Pettersson E: Hypertension two years after renal transplantation: causes and consequences. Transpl Int 8: 286-292, 1995. 59. Budde K, Waiser J, Fritsche L, Zitzmann J, Schreiber M, Kunz R y cols.: Hypertension in patients after renal transplantation. Transplant Proc 29: 209-211, 1997. 60. Pérez Fontán M, Rodríguez Carmona A, García Falcón T, Fernández Rivera C, Valdés F: Early immunologic and nonimmunologic predictors of arterial hypertension after renal transplantation. Am J Kidney Dis 33: 21-28, 1999. 61. Peschke B, Scheuermann EH, Geiger H, Bölscher S, Kachel H-G, Lenz T: Hypertension is associated with hyperlipidemia, coronary heart disease and chronic graft failure in kidney transplant recipients. Clin Nephrol 51: 290-295, 1999. 62. Luke RG: Pathophysiology and treatment of posttransplant hypertension. J Am Soc Nephrol 2 (Supl. 1): S37-S44, 1991. 63. McHugh MI, Tanboga H, Marcén R, Liaño F, Robson V, Wilkinson R: Hypertension following renal transplantation: the role of the host's kidneys. Quart J Med 49: 395-403, 1980. 64. Curtis JJ: Treatment of hypertension in renal allograft patients: does drug selection make a difference? Kidney Int 52 (Supl. 63): S75-S77, 1997. 65. Swales: Pharmacological treatment of hypertension. Lancet 344: 380-344, 1994. 66. The sixth report of the Joint National Committee on prevention, detection, evaluation, and treatment of high blood pressure. Arch Intern Med 157: 2413-2446, 1997. 67. Epstein M: Calcium antagonism and renal hemodynamics: implications for renal protection. J Am Soc Nephrol 2 (Supl. 1): S30-S36, 1991. 68. Martínez-Castelao A, Hueso M, Sanz V, Rejas J, Alsina J, Grinyó JM: Treatment of hypertension after renal transplantation: long-term efficacy of verapamil, enalapril, and doxazosine. Kidney Int 54 (Supl. 68): S130-S134, 1998. 69. Sennesael JJ, Lamote JG, Violet I, Tasse S, Verbeelen DL: Divergent effects of calcium channel and angiotensin converting enzyme blockade on glomerulotubular function in cyclosporine-treated renal allograft recipients. Am J Kidney Dis 27: 701-708, 1996. 70. Mourad G, Ribstein J, Mimran A: Converting-enzyme inhibitor versus calcium antagonist in cyclosporine-treated renal transplant. Kidney Int 43: 419-425, 1993. 71. Grekas D, Dioudis C, Kalevrosoglou I, Alivanis P, Derveniotis V, Tourkantonis A: Renal hemodinamics in hypertensive renal allograft recipients: effects of calcium antagonists and ACE inhibitors. Kidney Int 49 (Supl. 55): S97-S100, 1996. 72. Kasiske BL, Vázquez MA, Harmon WE, Brown RS, Danovitch GM, Gaston RS, Roth D, Scandling JD, Singer GG for the American Society of Transplantation: Recommendations for the outpatient surveillance of renal transplant recipients. J Am Soc Nephrol 11 (Supl. 15): S1-S86, 2000. 73. Massy ZA, Kasiske BL: Post-transplant hyperlipidemia: mechanisms and management. J Am Soc Nephrol 7: 971-977, 1996. 74. Arnadottir M, Berg A-L: Treatment of hyperlipidemia in renal transplant recipients. Transplantation 63: 339-345, 1997. 75. Drüeke TB, Abdulmassih Z, Lacour B, Bader C, Chevalier A, Kreis H: Atheroesclerosis and lipid disorders after renal transplantation. Kidney Int 39: S24-S28, 1991. 76. Levine GN, Keaney JF, Vita JA: Cholesterol reduction in car- 77. 78. 79. 80. 81. 82. 83. 84. 85. 86. 87. 88. 89. 90. 91. 92. 93. diovascular disease. Clinical benefits and possible mechanism. N Eng J Med 332: 512-521, 1995. Tonstad S, Holdaas H, Gorbitz C, Ose L: Is dietary intervention effective in post-transplant hyperlipidemia? Nephrol Dial Transplant 10: 82-85, 1995. Massy ZA, Ma JZ, Louis TA, Kasiske BL: Lipid-lowering therapy in patients with renal disease. Kidney Int 48: 188-198, 1995. Expert panel on detection, evaluation, and treatment of high blood cholesterol in adults. Summary of the second report on the national cholesterol education program (NCEP) expert panel on detection, evaluation, and treatment of high blood cholesterol in adults (adult treatment panel II). JAMA 269: 3015-3023, 1993. Kasiske BL, Tortorice KL, Heim-Duthoy KL, Goryance JM, Rao KV: Lovastatin treatment of hypercholesterolemia in renal transplant recipients. Transplantation 49: 95-99, 1990. Martínez-Castelao A, Grinyó JM, Castiñeiras MJ, Fiol S, GilVernets S, Serón D, Torras J y cols.: Effect of pravastatin in the treatment of hypercholesterolemia after renal transplantation under cyclosporine and prednisone. Transplant Proc 27: 2217-2220, 1995. Goldberg R, Roth D: Evaluation of fluvastatin in the treatment of hypercholesterolemia in renal transplant recipients takinf cyclosporine. Transplantation 62: 1559-1564, 1996. Martínez-Castelao A, Grinyo JM, Fiol C, Castineiras MJ, Hurtado I, Gil-Vernet S y cols.: Fluvastatin and low-density lipoprotein oxidation in hypercholesterolemic renal transplant patients. Kidney Int 56 (Supl. 71): S231-S234, 1999. Vergoulas G, Miserlis G, Solonaki F, Imvrios G, Gakis D, Papanikolaou V y cols.: Combined treatment of hypercholesterolemia of renal allograft recipients with fluvastatin and gemfibrozil. Transpl Int 13 (Supl. 1): S64-S67, 2000. Renders L, Mayer-Kadner I, Koch C, Schärffe S, Burkhardt K, Veelken R, Schmieder RE, Hauser IA: Efficacy and drug interactions of the new HMG-CoA reductase inhibitors cerivastatin and atorvastatin in CsA-treated renal transplant recipients. Nephrol Dial Transplant 16: 141-146, 2001. Rhoads GG, Dahlen G, Berg K, Morton NE, Dannenberg AL: Lp(a) lipoprotein as a risk factor for myocardial infarction. JAMA 256: 2540-2544, 1986. Gault MH, Longerich LL, Purchase Harnett J, Brackenridge C: Comparison of lp(a) concentrations and some potential effects in hemodialysis, CAPD, transplantation, and control groups, and review of the literature. Nephron 70: 155-170, 1995. Segarra A, Chacón P, Martín M, Vila J, Vilardell M, Cotrina M, Olmos A y cols.: Serum lipoprotein(a) levels in patients with chronic renal failure-evolution after renal transplantation and relationship with other parameters of lipoprotein metabolism: a prospective study. Nephron 69: 9-13, 1995. Yang CW, Kim YS, Kim SY, Choi EJ, Chang YS, Yoon YS, Bang BK y col.: Lipoprotein(a) concentrations in chronic renal failure and following renal transplantation. Transplant Proc 26: 2082-2083, 1994. Sugahara S, Koyama I, Yoshikawa Y, Dohi Y, Omoto R: Lipid and lipoprotein(a) in renal transplant recipients. Transplant Proc 26: 2080-2081, 1994. Brown JH, Murphy BG, Douglas AF, Short CD, Bhatnagar D, Mackness MI y cols.: Influence of immunosuppressive therapy on lipoprotein(a) and other lipoproteins following renal transplantation. Nephron 75: 277-282, 1997. Webb AT, Reaveley DA, O'Donnell M, O'Connor B, Seed M, Brown EA: Does cyclosporin increase lipoprotein(a) concentrations in renal transplant recipients? Lancet 341: 268-270, 1993. Innocenti M, Lorenzetti M, Naldi F, Paleologo G, Marchetti P, Giannarelli R y cols.: Evaluation of lipoprotein A in renal transplant patients. Transplant Proc 30: 2048, 1998. 112 ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR EN TRASPLANTADOS 94. Anonymous: Cigarrette smoking among adults- United States, 1991. JAMA 269-1931, 1993. 95. Lorenzetti M, Giannarelli R, Paleologo G, Rizzo G, Marchetti P, Coppelli A y cols.: Risk factors for cardiovascular disease in patients with functioning kidney grafts. Transplant Proc 30: 2047, 1998. 96. Bartecchi CE, McKenzie TD, Schrier RW: The human cost of tobacco use. (1). N Engl J Med 330: 907-980, 1994. 97. McKenzie TD, Bartecchi CE, Schrier RW: The human cost of tobacco use (2). N Engl J Med 330: 975-980, 1994. 98. Orth SR, Ritz E, Schrier RW: The renal risks of smoking. Kidney Int 51: 1669-1677, 1997. 99. Cosio FG, Alamir A, Yim S, Pesavento TE, Falkenhain ME, Henry ML y cols.: Patient survival after renal transplantation: I. The impact of dialysis pre-transplant. Kidney Int 53: 767-772, 1998. 100. Arend SM, Mallat MJK, Westendorp RJW, van der Woude FJ, van Es: Patient survival after renal transplantation. Nephrol Dial Transplant 12: 1672-1679, 1997. 101. Kassiske BL, Klinger D: Cigarrette smoking in renal transplant recipients. J Am Soc Nephrol 11: 753-759, 2000. 102. Ritz E, Schwenger V, Wiesel M, Zeier M: Atherosclerotic complications after renal transplantation. Transpl Int 13 (Supl. 1): S14-S19, 2000. 103. Flegal KM, Troiano RP, Pamuk ER, Kuczmarski RJ, Campbell SM: The influence of smoking cessation on the prevalence of overweight in the United States. N Enl J Med 333: 1165-1170, 1995. 104. Roth D, Milgrom M, Esquenazi V, Fuller L, Burke G, Miller J: Postransplant hyperglycemia: increased incidence in cyclosporine-treated renal allograft recipients. Transplantation 47: 278-281, 1989. 105. Marcén R, Pascual J, Teruel JL, Villafruela JJ, Rivera ME, Mampaso F y cols.: The outcome of cadaveric renal transplant patients treated for 10 years with cyclosporine. Is chronic allograft nephropathy the major cause of late graft loss? Transplantation (in press). 106. Selhub J, Jacques PF, Rosenberg IH, Rogers G, Bowman BA, Gunter EW y cols.: Serum total homocysteine concentrations in the Third National Health and Nutrition Examination Survey (1991-1994): population reference and contribution of vitamin status to high serum concentrations. Ann Intern Med 131: 331-339, 1999. 107. Chauveau P, Chadefaux B, Coude M, Aupetit J, Hannedouche T, Kamoun P, Jungers P: Hyperhomocysteinemia, a risk factor for atheroesclerosis in chronic uremic patients. Kidney Int 42 (Supl. 43): S72-S77, 1993. 108. Bachman J, Tepel M, Raidt H, Riezler R, Graefe U, Langer K y cols.: Hyperhomocysteinemia and the risk for vascular disease in hemodialysis patients. J Am Soc Nephrol 6: 121-125, 1995. 109. Dennis VW, Robinson K: Homocysteinemia and vascular disease in end-stage renal disease. Kidney Int 50 (Supl. 57): S11-S17, 1996. 110. Moustapha A, Naso A, Nahlawi M, Gupta A, Arheart KL, Jacobsen DW y cols.: Prospective study of hyperhomocysteinemia as an adverse cardiovascular risk factor in endstage renal disease. Circulation 97: 138-141, 1998. 111. Bostom AG, Shemin D, Lapane KL, Hume AL, Yoburn D, Nadeau MR y cols.: High dose B-vitamin treatment of hyperhomocysteinemia in dialysis patients. Kidney Int 49: 147152, 1996. 112. Suliman ME, Qureshi AR, Barany P, Stenvinkel P, Divino Filho JC y cols.: Hyperhomocysteinemia, nutritional status, and cardiovascular disease in hemodialysis patients. Kidney Int 57: 1727-1735, 1999. 113. Arnadottir M, Hultberg B, Wahlberg J, Fellström B, Dimeny E: Serum total homocysteine concentration before and after renal transplantation. Kidney Int 54: 1380-1384, 1998. 114. Ducloux D, Ruedin C, Gibey R, Vautrin P, Bresson-Vautrin C, Rebibou R-R y cols.: Prevalence, determinants, and clinical significance of hyperhomocyst(e)inaemia in renal-transplant recipients. Nephrol Dial Transplant 13: 2890-2893, 1998. 115. Arnadottir M, Hultberg B: Treatment with high-dose folic acid effectively lowers plasma homocysteine concentration in cyclosporine-treated renal transplant recipients. Transplantation 64: 1087, 1997. 116. Thiel G, Bock A, Spöndlin M, Brunner FP, Mihatsch M, Rufli T y cols.: Long-term benefits and risks of cyclosporine A (Sandimmun)-An analysis at 10 years. Transplant Proc 26: 2493-2498, 1994. 117. Hricik DE, Lautman J, Bartucci MR, Moir EJ, Mayes JT, Schulak JA: Variable effects of steroids withdrawal on blood pressure reduction in cyclosporine-treated renal tansplant recipients. Transplantation 53: 1232-1235, 1992. 118. Hollander AAMJ, Hene RJ, Hermans J, vas Es LA, van der Woude FJ: Late prednisone withdrawal in cyclosporine-treated kidney transplant patients: a randomized study. J Am Soc Nephrol 8: 294-301, 1997. 119. Hricik DE, Bartucci MR, Moir EJ, Mayes JT, Schulak JA: Effects of steroids withdrawal on postransplant diabetes mellitus in cyclosporine-treated renal transplant recipients. Transplantation 51: 374-377, 1991. 120. Hollander AAM, van Saase JLCM, Koott AMM, Van Dorp WT, van Bockel HJ, van Es LE y cols.: Beneficial effects of conversion from cyclosporin to azathioprine after kidney transplantation. Lancet 345: 610-614, 1995. 121. Hricik DE, Mayes JT, Schulak JA: Independent effects of cyclosporine and prednisone on posttransplant hypercholesterolemia. Am J Kidney Dis 17: 700-707, 1991. 122. Kasiske BL, Tortorice KL, Heim Duthoy KL, Awni WM, Rao KV: The adverse impact of cyclosporine on serum lipids in renal transplant recipients. Am J Kidney Dis 17: 700-707, 1991. 123. Hricic DE, Almawi WY, Strom TB: Trends in the use of glucocorticoids in renal transplantation. Transplantation 57: 979-989, 1994. 124. Pirch JD, Miller J, Deierhoi MH, Vincenti F, Filo RS, for the FK506 Kidney Transplant Study Group: A comparison of tacrolimus (FK506) and cyclosporine for immunosuppression after cadaveric renal transplantation. Transplantation 63: 977-983, 1997). 125. Satterthwaite R, Aswad S, Sunga V, Shidban H, Bogaard T, Asai P y cols.: Incidence of new-onset hypercholesterolemia in renal transplant patients treated with FK506 or cyclosporine. Transplantation 65: 446-449, 1998. 126. Claesson K, Mayer AD, Squifflet J-P, Grabensee B, Eigler FW, Behrend M y cols.: Lipoprotein patterns in renal transplant patients: a comparison between FK 506 and cyclosporine A patients. Transplant Proc 30: 1292-1294, 1998. 127. MsCune TR, Thacker LR, Peters TG, Mulloy L, Rohr MS, Adams PA y cols.: Effects of tacrolimus on hyperlipidemia after successful renal transplantation. Transplantation 66: 87-92, 1998. 128. Kohnle M, Zimmermann U, Lütkes P, Albrecht K-H, Philipp T, Heeman U: Conversion from cyclosporine A to tacrolimus after kidney transplantation due to hyperlipidemia. Transplant Int 13 (Supl. 1): S345-S348, 2000. 129. Murgia MG, Jordan S, Kahan BD: The side effect profile of sirolimus: a phase I study in quiescent cyclosporine-prednisone-treated renal transplant patients. Kidney Int 49: 209216, 1996. 130. Groth CG, Backman L, Morales JM, Calne R, Kreis H, Lang P, Touraine J-L, Claesson K, Campistol JM, Durand D, Wramner L, Bvrattström C, Charpentier B for the Sirolimus European, Renal Transplant Study Group. Sirolimus (rapamycin).based therapy in human renal transplantation. Transplantation 67: 1036-1042, 1999. 113
Idiomas
Nefrología
Opciones de artículo
Herramientas
es en

¿Es usted profesional sanitario apto para prescribir o dispensar medicamentos?

Are you a health professional able to prescribe or dispense drugs?